

En el intertanto ya la familia de Don Nicolás, en pleno conocimiento de esta peligrosa fiebre declarada en Cádiz, ordenó todos los preparativos del caso, para instalarse en un lugar bastante alejado de Cádiz, para poder evitar al máximo los posibles contagios.
Hecho lo anterior y tomadas todas las providencias, la esposa de Don Nicolás se dedicó de lleno, junto con los sirvientes, a preparar unos brebajes especialmente diseñados para estos casos de fiebre amarilla.
Bernardo, ya tenía en su cuerpo los síntomas de este mal, cayó en cama con todas las señales más convincentes que se trataba de esa fiebre. En la casa se aceleraron todas las medidas se seguridad, solicitando la visita de un médico y adquiriendo los medicamentos recomendados.
Hasta ese momento, el único afectado con este mal, era mi joven héroe, ¿quién otro podía ser? El mal iba en aumento, haciéndose presente con mayor fuerza, no había reacción a los medicamentos ni mucho menos a los brebajes preparados por la esposa de Don Nicolás.
El resto de la familia, o estaban también contagiados por el mal o se sentían afectado por ello, pero el caso de Bernardo era más que preocupante, consultado el médico, sobre una posible mejoría, su diagnóstico fue lapidario, no se observa ningún síntoma de mejoría, es más que posible, esperar lo peor en cualquier momento, por lo tanto hay que tomar medidas inmediatas de aislamiento total.
Ante todo lo anterior, se designó a un sirviente para que permaneciera fuera de la puerta del dormitorio de Bernardo, con el objeto de dar aviso al momento de su fallecimiento.
Como la familia de Don Nicolás, era rigurosamente católica, envió a buscar a un sacerdote, con el objeto de entregar a Bernardo las últimas asistencias religiosas, lo que se hizo, en esta forma Don Nicolás permanecía mucho más tranquilo, dado que podría informar a Don Ambrosio, que su hijo había sido asistido religiosamente, hasta el último momento.
Para dar mayor aceleración a los acontecimientos, Don Nicolás ordenó adquirir un ataúd, a la espera de lo lamentable, pero seguro, que ocurriría de un momento otro.
No obstante todo lo anterior, toda la familia seguía ingiriendo los brebajes preparados y los remedios indicados y en esto también se incluía a Bernardo, que era atendido por el criado designado.
La costumbre era que el enfermo, de esta magnitud, fuera quitado de sus ropajes, dejado totalmente desnudo, para en esta forma ser lanzado a la fosa común y desde luego avisado el carro mortuorio, para permanecer cercano a la entrada de la casa.
Estimados lectores: ¡es como mucho! Verdad, el cuerpo humano, estoy más que cierto, que no es capaz de resistir tantas vicisitudes, tantas desgracias, tantas inconsecuencias, tantas amarguras, tanto castigo y, todo esto en tan corto tiempo.
Bernardo pasaba un tiempo gozando de felicidad y, luego se presentaba un determinado inconveniente y, volvía a aparecer otro poco de felicidad, nunca hasta ahora, ha existido un tiempo prolongado de felicidad.
Como no todo en la vida puede ser desgracia, con mucha alegría, se me presenta la oportunidad de narrar un episodio maravilloso, sí, aparece realmente como curioso ante tanta desgracia.
Uno de los tantos antiguos residentes irlandeses, radicado desde algunos años en Cádiz, fue uno de los tantos que lograron regalarle el pasaje a Bernardo, para que regresara a su país, ahora le había sido posible informarse que había regresado a Cádiz y con la intención de volver a verlo y conversar con él, logró la dirección actual y es por ello que se encuentra en esa casa y conversando con Don Nicolás, poco a poco se fue informando de las tantas desgracias últimas y de su lamentable estado actual, que podríamos decir casi moribundo.
Este irlandés, como ya lo veremos, Don Juan Hocher, por un largo tiempo había ejercido la profesión de médico y, con el tiempo, dedicarse de lleno al comercio, donde le ha sido posible lograr la fortuna actual. Ya en presencia de Bernardo, lo examina y al comprobar que aún mantenía buenos signos vitales, que a pesar de ser muy reducidos, estimó que era posible algún intento con éxito.
Pidió autorización a Don Nicolás, para poder trasladar a su amigo a su casa, lugar donde mantenía una bodega especial de sus antiguos remedios, de alta calidad medicinal y apropiada para este caso de la fiebre amarilla.
Don Juan, muy amigo de Don Ambrosio, a quien le debía innumerables favores, colocó toda su máxima preocupación y conocimientos medicinales posibles, en beneficio de este joven, quien no debía fallecer.
Don Juan dedicó días y noches, al cuidado personal de Bernardo, junto a su familia, que colaboró responsablemente, en esta gestión humanitaria.
Estimados amigos lectores, no estoy narrando el episodio de una teleserie, en absoluto, pero algo bueno tenía que ocurrirle, imposible que tuviera que ser todo desgracia.
Ya pasado algunas semanas, Bernardo presenta los primeros signos de posible recuperación, continúan los intensos cuidados de Don Juan y de toda su familia.
Don Nicolás mostró especial preocupación por el estado de mejoría de Bernardo, visitándolo diariamente y preocupado de poder colaborar a mejorar el estado de salud de su pupilo.
Bernardo, increíblemente mejoraba, si bien es cierto un tanto lenta, pero totalmente segura, según lo diagnosticado por Don Juan y, según el apetito del enfermo.
Transcurre un tramo del tiempo y Bernardo ya medianamente recuperado, la verdad es que no encontraba frases de agradecimiento, para expresarle a Don Juan su gratitud, por toda su muy especial y reconocida preocupación por su salud, lo más acertado que encontró, fue que le dijo: Muy estimado Don Juan y muy distinguida familia, les debo mi vida, gracias hasta la eternidad.
Ya estoy como repetitivo, alegría, dolor; felicidad, angustia; abandono, apoyo total; al borde de la muerte, recuperación de la vida. Ya no podía necesitar nada más, pareciera que ya había conocido todo.
Amigos lectores ya basta, creo que estarán de acuerdo conmigo, no más sufrimientos, no más angustias, no más abandono basta, sí basta.
Ese es el real precio que hay que pagar, para poder llegar a ser algo en la vida y por consecuencias, poder entregarse de lleno, a dar su vida en beneficios de los suyos, como más tarde le tocó junto a sus tropas, casi desfallecidas y lograr la inesperada victoria.
Don Juan, forma en la fila de los irlandeses, que de una u otra forma, estuvieron al lado de Don Ambrosio, de los irlandeses que debían gran cantidad de favores a Don Ambrosio y que estos, deseaban ser todos agradecidos, entregando especial preocupación por su hijo, ellos si sabían de los misterios de este niño, de este especial hijo, de mi joven héroe.
No lo creerán, pero por favor, el Virrey del Perú, tenía en sus manos, un informe oficial, en la que se daba cuenta de la existencia de un grupo de jóvenes exaltados sudamericanos, orientados por un conocido caudillo venezolano, Francisco de Miranda y, no lo podía creer, lo volvía a leer y lo volvía a leer, allí en esa relación estaba un muchacho: Bernardo Riquelme, su hijo, sí su propio hijo.
En esta forma, lentamente pero tremendamente furioso, pálido a veces, lleno de amarguras, pensaba una y otra vez, ello no podía ser cierto, era un invento de sus envidiosos, que no aceptaban que un irlandés, pudiera ser tan respetado por la Corona Real y ahora inventaban esta irrealidad, no podía su hijo que solamente había recibido especial preocupación de su parte, estuviera comprometido con irresponsables, bajo la atenta mirada de ese tal Miranda, reconocido conspirador universal.
Continuaba leyendo la correspondencia, con el firme propósito de llegar a leer alguna información que afirmara lo contrario y que todo se debía a un mal entendido, que había un grave equívoco, uno de los informantes, había recogido mal una determinada información.
Lamentablemente ello no ocurrió, dado que hurgó en sus cajones especiales, buscando las cartas que anteriormente le había enviado Don Nicolás, donde le daba cuenta que su pupilo estaba entrando por caminos equivocados, despilfarrando los dineros enviados y manteniendo reuniones muy a escondidas, en las que participaban muchos muchachos especialmente sudamericanos.
Luego de tantas especiales preocupaciones, luego de tanta cantidad de dinero enviado, para poder sobrellevar una vida regularmente cómoda, como era posible que le respondiera de esta forma, no mil veces no, era inaceptable, era una deslealtad, era una traición observada desde la óptica de quien quisiera observarlo.
Bernardo, era, fue y así será hasta el final de sus días, el hijo que en alguna oportunidad existió, que alguna vez fue su mayor y mejor preocupación, el hijo que le traía tantos recuerdos de sus momentos de vida, junto a María Isabel, de quien siempre guardaba muy especiales recuerdos.
De inmediato dictó un documento para Don Nicolás, ordenándole que ese muchacho, que se hacía llamar Bernardo, fuera lanzado a la calle, sin nada, solamente con lo puesto, sin dinero, sin ayuda, sin darle explicaciones del porqué de esta determinación y, que le quedara la seguridad que no tenía padre y que no lo tendría jamás.
Felicidad, dolor, Don Nicolás en poder de esta carta, tomó la desafiante determinación de no dar cumplimiento a ella, no sería capaz de llevar a efecto tal atrocidad, Don Nicolás sabía muy claramente que Don Ambrosio, nunca había sido un padre, solamente un buen hombre que se dedicaba a enviar dinero para su subsistir, no, no daría cumplimiento a esta descabellada determinación, asumiendo su propia responsabilidad.
Todo lo anterior, desde luego sin conocimiento de Bernardo, que continuaba preocupado de lograr una nueva posibilidad de regresar a su país, para poder amar a su madre y poder, lo más importante, agradecer a su padre por la entrega de toda su ayuda y preocupación.
Perdónenme, pero una vez más, basta, si basta, Don Nicolás, por favor no le entregue esta noticia, no le dé a conocer el contenido de esa orden, mi joven héroe ya ha sufrido bastante, más de lo necesario, ¿pero porque debe soportar tanto sufrimiento? ¿Qué mal ha cometido?, ¿qué falta tan tremendamente grave ha cometido?.
Mis estimados lectores, yo estoy tremendamente equivocado, sí ha cometido muy graves errores: ha sido estafado por los tutores judíos, dejándolo en la calle, perdió el gran amor de su vida, su primer amor, ha debido dormir en la calle, ha debido remendar sus ropas y calzados, ha debido lavar sus ropas, las únicas que tenía puestas, ha sido tomado prisionero, ha sido abandonado en Gibraltar, debiendo caminar por más de dos días hasta el puerto más cercano, por no tener dinero, ha debido sufrir de sed y hambre por no tener dinero, ha sentido en carne propia, el total abandono de todos los suyos.
Sí, hay sobradas razones para considerar que Bernardo es un mal agradecido, un mal nacido, no porque eso sí que lo fue, ¿qué más podemos fisgar, para justificar que Bernardo se merece, todas estas penurias y muchas más?.
Bernardo al borde de la muerte por contagio de fiebre amarilla



Página N° 23