

No cabía otra determinación, Bernardo tenía que abandonar Lima y es por ello que resuelve enviarlo a España y matricularlo en un colegio de alta calidad docente, sin preocuparse por el costo, es de esta manera que se cumple esta determinación paternal y, Bernardo es enviado a España, como siempre, por intermedio de amigos personales de Ambrosio.
Bernardo nuevamente debe emprender este viaje, totalmente solo y, hacerlo por el peligroso extremo sur, paso obligado para llegar a Europa.
Obviamente, que en esos tiempos no existían viajes de turismo, elegantes y cómodos, en él tendría que viajar Bernardo, un buque de carga y sin comodidad para pasajeros, aun cuando fueran muy distinguidos, las comidas, bueno las que correspondían a toda la tripulación.
Dormitorios, desde luego los lugares que los marinos mercantes usaban, que no eran los más cómodos o más confortables, es en esos lugares donde debería dormir Bernardo, en esos comedores, que no lo eran tales, debería alimentarse Bernardo.
No deberemos olvidar que en esos tiempos la navegación a velas, era totalmente dependiente de los vientos reinantes, buenos vientos buen navegar, malos vientos o vientos débiles, navegar lento.
Solamente como un padrón de medida, un viaje zarpando desde Buenos Aires hasta Valparaíso, duraba aproximadamente entre cinco a seis meses. Un viaje desde Lima hasta Cádiz, duraba una eternidad, eso debía soportar Bernardo, sólo y sin comodidades.
Una curiosidad de ahora, ¿que se podía hacer para acortar las incomodidades de estos viajes tan exageradamente largos y en esas condiciones? Quienes hemos tenido la oportunidad actual, de viajar en avión y atravesar el gran lago, para poder llegar a España, bien atendidos por señoritas hermosas, exquisiteces y mejores brebajes, sin los permanentes golpes de las olas, lo encontramos largo y eterno, ¡pobre Bernardo!
El problema fundamental es que, claro como no había una buena posibilidad de entretención, había una larga posibilidad para meditar, para pensar, para volver a dar vuelta lo que será y permanecerá siempre en su mente, ¿por qué sus padres no están presentes?, porqué su casi hermano Casimiro, puede ser tan feliz, como lo repetía a cada instante, cuando recorrían la hacienda a caballo o en carreta y, su casi hermano tampoco pudo darle una respuesta que le satisficiera.
Cada día que subía a cubierta, a mirar lo que no se podía mirar, porque solamente había mar, mar y solamente mar, las ideas de sus padres, le volvían a dar vueltas en su atribulada joven cabeza.
Después de un largo y penoso navegar, afortunadamente Bernardo llega a Cádiz, a la casa de un conocido suyo, don Nicolás de la Cruz, hermano de su madrina y que lo conoció personalmente en Talca, Don Nicolás, ahora en España, era un prestigioso y adinerado comerciante, gracias a las gestiones de Don Ambrosio, que al comentario de los escritos, llevaba a efecto cuantiosos y exitosos negocios, que se practicaba entre ambos.
Sin embargo el destino de Bernardo, como lo diría un futurista, se iría cumpliendo inexorablemente, como si ya estuviera gravado en bronce, cada acontecer, de nuestro joven héroe, lamentablemente, no era toda felicidad.
Tanto es así, que solamente permaneció en Cádiz, muy poco tiempo, se podría decir que casi nada desde los últimos meses del año 1794, hasta más o menos, el primer trimestre del año 1795.
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Cuarto viaje









