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Salida de Londres y su incómoda llegada a Cadiz

Qué raro, o quizás no tanto, pero Bernardo también se permitía recordar con rabia, con entereza, con dignidad, los momentos vividos, cuando decidió enfrentar a los usureros que le estaban quitando las mesadas que eran enviadas por su padre, sí se acuerda con alegría de ese momento de total seguridad, cuando los enfrentó, estos viejos relojeros, no podían entender, como un muchacho se atreviera a enfrentarlos, sin temor, con amplia valentía, con definición y, con tanta verdad.

 

Qué raro, sí ahora sí que parece raro, porque estos usureros, le dieron cuenta a su apoderado y a su padre, del comportamiento de Bernardo, alegando que este, se estaba dedicando a gastar más de lo que correspondía.

 

Esta denuncia, fue recibida por su tutor y padre y, las resoluciones fueron  casi parecidas, Bernardo ya que se encontraba en una edad especial, estaba haciendo uso inadecuado de los dineros y, por ello no le alcanzaban para soportar sus compromisos menores, en otras palabras, Bernardo se estaba comportando como un desubicado, un derrochador, un irresponsable, por lo tanto había que tomar medidas en  contra de este mal, debía recibir una sanción, por este mal e inadecuado comportamiento de despilfarro.

 

Hay algo que resulta imposible pasar por alto, Bernardo era en Inglaterra, un vulgar extranjero, de un lugar lejano, no  le daban una ubicación geográfica, al sur del mundo, por ejemplo. O proveniente de una colonia española, al sur del Virreinato del Perú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Que estaba pasando, que le estaba pasando a Bernardo, que se estaba produciendo en su mente, ¿que lo estaba agobiando? Bueno al parecer algo muy sencillo, estaba añorando su suelo natal, estaba añorando poder retornar, a un lugar donde pudiera sentir seguridad, donde pudiera sentir identidad.

 

Bernardo estaba convencido que regresando a su suelo natal y, estando cerca de su madre, nada le faltaría, todo sería fácil, todo sería abundante, especialmente el cariño que tanto extrañaba.

 

Bernardo últimamente se había dedicado a escribir muchas cartas, a su padre, a su madre, a su tutor y amigo en Cádiz, pero no recibía ninguna respuesta, aun cuando conocía perfectamente, que uno de los motivos era la distancia, pero el problema era que ya había enviado muchas cartas anteriores, con igual suerte, sin ser contestadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bernardo tristemente consideraba, que realmente se encontraba abandonado, solo y lo que es peor, totalmente olvidado por sus seres más queridos y recordados, en  esta gran distancia.

 

Pareciera que es tan antiguo como el hilo negro aquel dicho: lo último que se pierde es la esperanza, porque Bernardo decide finalmente aceptar el valor del pasaje que significaba salir de Londres y que era un regalo que le entregaban los comerciantes irlandeses, con los que había logrado una gran amistad, cariño, respeto y, a quienes había ayudado a hacer el aseo de sus tiendas.

 

Al conocer Francisco de Miranda, la pronta partida de su discípulo distinguido, apresuró una serie de reuniones, con todo el equipo que tenían formado como el Comité de Revolucionarios de Londres, quienes prepararon, delicadas y muy secretas instrucciones, que debía entregar a sus iguales, a su llegada a Cádiz y,  Bernardo Riquelme fue investido con la designación de Comisionado como Representante para Chile y el Perú de una Organización muy especial. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Esta Organización tan especial, era nada menos que la Logia Lautaro  y, Bernardo debería ser uno de sus integrantes, junto a otros jóvenes radicados por el momento en Cádiz. El nombre de esta Logia, fue tomada en honor y homenaje al Gran Toqui Araucano Lautaro.

 

Qué raro que un venezolano, haya elegido este nombre de un gran Toqui Araucano, para esta Logia, pero el gran responsable de esto, es el constante conversar de Bernardo con su maestro, sobre la bravura de los habitantes de Chile, conocidos como pueblo indígena y, además le solía agregar frases en idioma mapuche, lo que hacía más convincente su conocimiento, sobre esta raza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bueno, Bernardo algo conocía de la historia del pueblo mapuche y curiosamente demostraba un gran cariño y admiración por sus habitantes, no por nada,  fue amamantado por una mama mapuche, su mama, de quien tenía muy buenos recuerdo y cariño.

 

Esta idea, tenía por fundamento, en forma totalmente reservada, enrolar a todos aquellos jóvenes, chilenos, peruanos, argentinos y otros de este extremo del continente, para constituir con ellos, esta Logia, Miranda tenía establecido un juramento bastante riguroso, tanto como nuestro Juramento a la Bandera: dar la vida por lograr la Independencia y la Libertad de su Territorio.

 

En Cádiz, Bernardo debía tomar tribuna y liderar sobre la forma como dar a conocer los detalles de esta Logia Lautaro, gran y delicada misión, con que fue distinguido por su profesor y líder, Miranda.

 

Miranda sabía que tenía que lamentablemente despedir, a su mejor alumno de todos los tiempos, algo le decía en su interior, que despediría a un gran hombre, a un  gran forjador de algo en su país, a un gran luchador, a un hombre que sería amado, respetado y agradecido en su país, a un hombre que ofrecería su pecho desnudo por evitar una revolución en su país, a un hombre que en cada momento de su vida, expondría eso: su vida, para lograr aquello que él tanto le enseño y se preocupó que lo entendiera a cabalidad.

 

Miranda estaba despidiendo a su pupilo, a su alumno predilecto, a su amigo, a su confidente, al joven que lograría constituirse en un gran hombre en su país, al joven que él se atrevía a presentar sin cuidados, a sus amigos diplomáticos de tantos países amigos, a grandes personajes del gobierno de Inglaterra, de E.U.A., de Francia, de Rusia y tantos otros, con la seguridad que ese su amigo, sería muy bien considerado, en esta alfombra roja de dignatarios.

 

Un fuerte apretón de manos, un fuerte y prolongado abrazo, con los ojos húmedos, fue esta despedida, no deseada pero dispuesta por el destino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miranda sin soltar la mano de su ahora amigo para siempre, le decía: cuidado, no todas las buenas intenciones, de quienes deseen pertenecer a la Logia, tienen la voluntad de lograr la independencia, mucho cuidado con la Inquisición, mucho cuidado, con el poder de la Inquisición.

 

Al final,  ya con la voz un tanto emocionada, casi en susurro le dijo: Bernardo, te hago entrega en este acto, de un documento que he trabajado con marcado cuidado, con gran devoción, con una tremenda responsabilidad de futuro, para que lo leas, sin que nadie lo sepa, espero que te sirva de ayuda, después de tomar conocimiento de ella destrúyela.

Bernardo, antes que tus ideales, antes que tu felicidad, antes que tu amor propio o para alguien, antes que tu felicidad económica, antes que tu vida, está tu patria.

 

Adiós mi amigo.

 

¡Al fin! Se embarca Bernardo, rumbo a la península, hacia Cádiz, al encuentro con la familia de su tutor, con el hermano de su querida madrina, a quien tanto amaba y recordaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 primera recalada fue en Lisboa y, tras la espera de algunas semanas, pudo al final lograr embarcarse rumbo a Cádiz.

 

Aquí tuvo tiempo para recordar las cartas que envió a su tutor, duras, fuertes quizás insolentes, dado que eran dirigidas a una persona mayor, pero que expresaban su dolor por sentirse abandonado sin apoyo, sin dinero, sin respuestas a sus cartas, abandonado totalmente.

 

Por aquella falta de dinero que lo obligó a abandonar sus estudios en el Colegio de Richmond, el lugar donde habitaba su enamorada Charlotte, a la cual le era imposible olvidar.

 

Recordar que su tutor, a la casa que debía entrar, lo había abandonado por completo, sin ninguna explicación.

 

Algo había en aquella casa, distinta, muy distinta a la recepción anterior, cuando recién llegado de Lima, ahora le fue designado un alojamiento muy inferior, cerca de la servidumbre, su tutor le demostró una recepción, como a un extraño, ya no era el hijo de su amigo Don Ambrosio, la esposa de Don Nicolás, prácticamente lo ignoraba, al igual que sus hijos, ¿Qué sucedía, en que falta había incurrido?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prácticamente no había ningún medio de comunicación, no había a quien preguntar nada y no recibía información de nadie, que era aquello: ¿la ley del hielo?, pero porque. Lo más cercano de todo diálogo, fue la noticia que le entregó Don Nicolás, dándole cuenta que su padre había dado muy estrictas disposiciones, para las entregas de dinero, las que deberían ser controladamente entregadas.

 

Además había algo que no le cuadraba, Don Nicolás  le había hecho comunicar, que su presencia en Cádiz era muy importante, dado que por instrucciones de Don Ambrosio, debía lograr su ingreso al Ejército Español, lo que lo mantenía muy contento.

 

Fallida compra de un grado de Teniente xdel Ejército español

 

Algo ya está establecido en nuestra retina, que la ambición de Bernardo era ingresar a la academia militar de navegación, desde luego que esta petición, fue para Don Ambrosio como la potencia de una bomba, por lo que no hubo aprobación para ello, dado que existía una probable posibilidad, que se conociera que un hijo suyo, fuera incorporado a la marina de guerra inglesa, que era en ese entonces, enemigo declarado de España, lo que colocaba en riesgo su carrera.

 

La otra posibilidad, que contaba con la total aprobación de su padre, la adquisición de un título de Teniente para ingresar al ejército español, lo que hasta este momento no estaba resultando posible, dado que había una exigencia complicada o casi imposible, había que presentar la fe bautismal, la que fue solicitada a Don Ambrosio y, que por razones obvias, no fue enviada a su peticionario, no podemos olvidar que en aquella, ha quedado claramente establecido la paternidad de Don Ambrosio.

 

Don Nicolás, ante esta negativa de su amigo, que la entendía perfectamente, le solicita a su hermana, que como recordaremos es la madrina de Bernardo, para que le enviara una fe de bautismo arreglada y firmada por tres testigos, en la cual figuraba Don Ambrosio en calidad de tío, en esos momentos Don Ambrosio ya estaba en posesión del puesto de Virrey del Perú.

 

Doña Bartolina, se apresura a dar cumplimiento a lo solicitado por su hermano y más aún si se trata para dar solución a una necesidad de su adorado casi hijo Bernardo, a quien recordaba con tanto cariño a la distancia.

 

El secreto de la paternidad, desde luego que no cabe hacer mayor análisis al documento, que lamentablemente, resultó inaceptable y totalmente rechazado, para esos propósitos, lo que en definitiva significa, que no se lograra la adquisición de un título de Teniente del ejército español, para Bernardo.

 

Lo cierto es que pasaban los días y, don Nicolás, mantenía su enérgico hermetismo, Bernardo dentro de su preocupación, mantenía la gran duda, ¿qué estaba pasando?, su tutor no deseaba que continuara en su casa, ¿ya no le sería posible su ingreso al ejército Español?. Continuaría su padre enviándole sus mesadas, ya casi olvidadas, ¿Qué actitud tomar?, ¡con quien tratar este tan delicado momento!

 

Mientras tanto Don Nicolás, mantenía una espina clavada en su corazón, por dos fuertes motivos:

 

Primero, Don Ambrosio le había enviado la mesada, que correspondía, para solucionar todos los problemas existentes y que Bernardo le había hecho saber, en sus incontestadas cartas y, que él había enviado a los usureros de Londres, quienes escondieron esta mesada y no se la comunicaron a Bernardo, en el tiempo que correspondía y que habría solucionado todos su compromisos y haber continuado al lado de su Charlotte, lo que desde luego no conocía Bernardo.

 

Segundo, no le había resultado el ingreso al ejército español, dada su especial condición de hijo no legítimo, exigencia sí o sí. Estos dos temores, le tenían al total sobresalto, especialmente a que Bernardo ya no era el niño que había partido para Inglaterra, ahora era el joven de 21 años, con personalidad muy distinta, decidida y confrontacional.       

 

En el intertanto, Bernardo había tomado contacto con varios sudamericanos, afectos a la causa que le había encomendado su amigo Miranda.  Cada vez su personal preocupación, iba tomando más fortaleza, más personal responsabilidad y claro entusiasmo.

 

Por otro lado, la independencia de los E.U.A., las fuertes incursiones de naves francesas e inglesas, a las costas de américa, hacía mantener una constante preocupación al Monarca de España y a sus representantes, estaban exigiendo, que estos grupos de líderes incipientes, deberían regresar muy prontamente a sus respectivos lugares de responsabilidad, con el objeto de dar inicio cuanto antes, a los trabajos encomendados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En un lugar muy secreto, se realizó una fundamental reunión de jóvenes idealistas, líderes en potencia y, enérgicos defensores de los principios libertarios, oportunidad en la que Bernardo tuvo la oportunidad de dar a conocer, los encargos dados por Miranda y explicar, cuál era el real significado del nombre de la Logia, que era conocida como Logia Lautaro. Pudo explicar con gran conocimiento, de quien se trataba el Cacique Lautaro y, que grandes y poderosas responsabilidades le habían correspondido, en las oportunidades que le correspondió dirigir a sus tribus.   

Ya lo dije, había una gran preocupación por parte de los españoles, sobre los acontecimientos libertarios, que se estaban desarrollando y, es por ello que no resulta extraño que estas actividades violentistas realizadas por mi joven héroe, pudieran estar en peligro. 

 

Afortunadamente no todo podría ser mala suerte, se logra la posibilidad de poder regresar a su país y, los amigos irlandeses le regalan el pasaje de vuelta a Chile y se embarca en Cádiz rumbo a su anhelado suelo natal.

 

Me fue traspapelado un hecho muy importante, que en el momento de la entrega, no revestía sumo interés, sin embargo recordándolo, claro que sí, ahora tendrá pleno valor y, se trata nada más y nada menos, de un documento que logró Don Francisco de Miranda, del Almirantazgo de Inglaterra y, que consistía en una orden de especial características, en la que se ordenaba que el señor Berrando Riquelme, contaba con todas las deferencias posible de su Majestad Inglesa, señalando que si por alguna circunstancia era hecho prisionero de alguna nave inglesa, debía casi de inmediato, ser desembarcado en cualquier puerto de la península y que fuera determinado por este especial personaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este viaje revestía características muy especiales, dado que se trataba de un grupo de varios buques mercantes, con destino a las américas y, dadas las circunstancias, lo harían fuertemente protegidas por navíos de guerra.

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