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Ya con la autorización, ya con la promesa del dinero para ello, Bernardo inicia todos los preparativos que el caso aconseja, para dar inicio a su tan esperanzado retorno a su amado país, para su retorno a los brazos de su amada madre, asimismo tener la alegría de poder saludar a Doña Juanita, a su hijo, mi casi hermano Juan,  poder tener en sus brazos a su muy recordada mama Sayen, a su hermano de leche Alongkewün, a sus padrinos.

 

Ya tiene todo preparado, ya tiene todo concertado, ya tiene todo cancelado, ya tiene finalmente todo finiquitado, solamente falta que el pasajero sea embarcado.

 

Don Nicolás y su familia toda, ahora alegre y muy comunicativa, todos sus amigos y amigos irlandeses de su padre, están en el muelle, con sus brazos en alto, despidiendo al feliz viajero, viajero feliz porque regresa a su país.

Se izan las velas del buque  Aurora, que lo conducirá a su amado Chile, se izan las velas en señal, que se inicia el tan ansiado regreso, Bernardo levanta también sus brazos, en señal de alegre despedida, hace las últimas señales, hace las últim……

 

Ya está en alta mar, ya está en el sendero que deberá hollar feliz y contento, por el regreso, si por el regreso, por este regreso que ha resultado  un tanto fallido, pero que ahora, hay antecedentes que todo será sin problemas.

¿Problemas?, bueno esa palabra, esas cosas ocurridas por esa palabra, ha quedado, intencionadamente dejada, en el puerto que ya está formando parte de la distancia, de la lejanía, ¿del ayer?, que bueno, ¡al fin qué bueno!   

Qué curioso, sí realmente curioso, estoy viajando en el buque Aurora, que a mi entender significa: alba, amanecer, claro que sí, es sin lugar a dudas, mi nuevo amanecer, mejor aún, es realmente mi amanecer, parece que mi destino me está diciendo, que al llegar a mi tierra natal, empezará mi amanecer. Destino, por favor no lo cambies.

 

Nuevamente deberé atravesar el Gran Lago, nuevamente tendré que lamentar la realización de estos viajes, mis estimados amigos lectores, no, mil veces no, ahora en cubierta miro el mar y, puedo mirar tantas cosas maravillosas, puedo mirar a  todos los míos esperando mi llegada en Valparaíso, puedo mirar caras alegres, de los que me despidieron en Cádiz y de los que me esperarán en mi tierra amada donde nací.

 

Que distinto, el Aurora, no es un buque de turismo, no es un buque de comodidades, pero es el buque más maravilloso que me ha tocado viajar y, que han sido varios, es el mejor comedor, es la mejor comida, son los mejores dormitorios, es lo mejor que me ha tocado conocer, como medio de viaje, es lo que habla consigo mismo, mi héroe Bernardo.

En la mente de Bernardo, los malos recuerdo, ya no existen, han quedado quizás donde, el golpear de las olas, incomodas del ayer, hoy son una musicalidad maravillosa, el viento incomodo del ayer, hoy es una brisa perfumada, suave, que invita a meditar, el tiempo incomodo que en ayer no avanzaba, hoy corre desenfrenadamente, no, mejor vuela, vuela como las gaviotas que ahora vuelan cerca del Aurora, que momentos más agradables, que momentos más felices, esta es realmente felicidad

 

No puede ser, ya estamos tocando las costas de Sudamérica, Brasil, Buenos Aires, y desde luego que más tarde que temprano, estaremos divisando la costa de mi querido país

 

Al Capitán del Aurora, le resulta agradable, más bien muy agradable, el conversar con Bernardo, lo considera un muchacho inteligente, muy vivamente interesado en estos secretos de la navegación, como si se tratara de un avezado marino, a pesar de su corto hablar, pero poseedor de pensamientos muy avanzados para su edad, piensa como un hombre de mucha experiencia, al Capitán le parece estar hablando con un igual, ambos se han hecho muy buenos amigos.

 

Para Bernardo, cuando iniciaba su viaje hacia Europa y específicamente  a España, este casquete sudamericano no le significaban absolutamente nada, solamente se trataba de tierras, más tierras menos, sin embargo ahora era muy distinto, esta observación tenía otro condimento, se estaba acercando a su país, ese país que necesitaba de ese algo, de ese algo que con tanta vehemencia, le había hablado su inolvidable amigo Miranda.

 

Es por todo lo anterior, que el Capitán lo hace llamar y lo invita al alcázar, allí Bernardo se siente realizado, se siente como un verdadero marino que nunca pudo ser, a pesar de haberlo intentado.

 

Allí el aire parece mucho más puro, más fresco, lleno de aroma, la conversación entre ambos, es de un particular provecho, el Capitán le entrega la experiencia de un viejo lobo de mar, Bernardo le entrega una ambiciosa mirada juvenil de independencia, le entrega una especial angustia de libertad, que Miranda dominaba con tanta claridad, con tanta seguridad y que él, jamás podría olvidar, desde luego que mucho menos, esos sabios consejos, que  guardaba tan celosamente en su gorro.

 

Bernardo, sabe que está lealmente juramentado, a un grupo de queridos hermanos, como es el trato entre los integrantes de esta Logia Lautaro, que han decidido llevar a efecto severos cambios, tanto  en la condición, como en la conducción de sus países.  

 

Sorprende al Capitán, el avanzado conocimiento que demuestra Bernardo, sobre geografía y muy especialmente sobre materias relacionadas con la navegación y en general sobre los temas que dicen relación con la armada, desde luego con la inglesa

 

Con tanto viajes por mar, empieza a tejer en su mente, que su país, de tanta extensión en contacto con el mar, necesariamente debería contar con buques, que permitieran, el permanente contacto entre sus extremos, dado que por tierra, hasta ese momento, resulta sino imposible, por lo menos más que difícil, desde luego que estas inquietudes ya habían sido tocadas con el gran estratega, su amigo Miranda.

 

Alimentan estas elucubraciones,  en la mente de Bernardo, los relatos efectuados por su hoy, amigo y Capitán del Aurora, que le entrega con tanta claridad, su gran experiencia de esta especial ciencia de la navegación, especialmente, de aquella es ayudada por los mínimos elementos de esa época, que se poseían para llevar a efecto estos, hasta muchas veces, por lugares inexplorados y menos por lo tanto, con ayuda de una  carta de navegación.  

 

El Capitán su amigo, Don Juan Albulladolid, de larga experiencia como Capitán, le explica cada maniobra que debe ejecutar con su buque, por los tantos peligrosos obstáculos de islotes existentes y como maniobrar, ante los problemas de enfrentamiento que los grandes oleajes obligaban.

 

Es así como le explica que a pesar de conocer el descubrimiento del Estrecho de Magallanes, al no haber una adecuada cartografía marítima, sabia por boca de otros Capitanes de lata experiencia en el navegar, que en su interior había un sin  número de peligrosas y apenas sobresalientes rocas, en medio de su trayecto, que hacían de su navegar, de mucho peligro.

 

Por todo lo anterior, le explica que deben enfrentar la bravura del mar existente, al cruzar por el Cabo de Hornos.

El Capitán le explica a Bernardo que ya llegada la noche debe navegar con menos velamen desplegadas, para poder tener un andar más moderado y de fácil maniobrar, para evitar, chocar con requeríos o sencillamente a encallar, por lo cual además, el Capitán, resuelve pasar la noche, en un lugar de refugio.

 

El frio hace notar su máxima intensidad y aparecen truenos y relámpagos, que hacen un tanto difícil el poder conciliar el sueño con alguna tranquilidad, a pesar de haber botado ancla.


Llega un nuevo día, claridad y mar gruesa, quizás muy gruesa, es que se están acercando al inolvidable paso del Cabo de Hornos y sin saber cómo, ya están en medio de las caricias de ese más que tempestuoso mar, traicionero y lleno de peligros, conocidos y por conocer.

 

Las enormes olas cruzan el buque de un lado a otro y los marinos deben realizar peligrosas maniobras, tanto para moderar las velas, como para poder mantenerse en cubierta, fuertemente golpeados por el bravo oleaje.

A todo esto Bernardo, no permanece ajeno, en absoluto, con el propósito de ayudar, no ser un extraño del buque, irresponsablemente participa de determinadas más que peligrosas maniobras.

 

Entretanto el buque, es un verdadero juguete, con él poco se puede hacer, pero la gruesa mar si lo sabe y lo hace y, lo hace peligrosamente muy bien.

 

Y ¡oh!, novedad o curiosidad, de pronto, aparece un cielo casi blanco, está tenebroso raro, inquieto, quizás furioso y, de pronto unos trozos blanco, duros, si son granizos, el mar como que se calma un poco y, nueva sorpresa, pero agradable, una maravillosa nevazón, sábanas blancas, se deslizan desde el cielo hacia el mar.

 

Nada o casi nada es posible divisar, para poder navegar, mientras los marinos tratan de recuperar el velamen y ordenar la cubierta, el Capitán ha dado orden de maniobrar hacia un refugio que casi se divisa y dispone botar ancla.

Una noche más, pero esta afortunadamente más tranquila y de seguro, todos, si todos y quizás hasta los vigías, han dormido plácidamente.

 

Un nuevo día, en el buque todo es manobras, hay que prepararlo para reiniciar la navegación, luego de pasar algunas horas, el poco recordado Cabo de Hornos, está quedando atrás, afortunadamente muy atrás, pero el mar, continua manifestando su bravura, manifestando su fuerte personalidad, su fuerte imperio, su fuerte dominio, el buque penetra su quilla, como queriendo averiguar que hay en la profundidad, mientras que la proa se eleva, como buscando socorro. 

Todos, si todos trabajan afanosamente, nadie es visita, nadie es pasajero, ni por muy distinguido que pudiera serlo, de pronto todo se nubla, todo desaparece, nada es posible divisar, ni a la distancia de la mano, es que todos, sí, todos están debajo de una gran ola, que está sobre el buque, este cruje como si expresara dolor, como si estuviera diciendo que se le ha quebrado un hueso, pero tan rápido lo uno como lo otro, llega nuevamente la claridad la ola los ha dejado sumidos en el miedo, el terror, ¿vendrán otras, suaves o mas fuertes?

 

El frio, el hielo, el agua de mar tempestuoso, hacen que su cuerpo se detenga, se paralice, se distraiga de esa peligrosa tormenta, como en las alas de las gaviotas que vuelan cercanas al buque, recuerda ese mismo viaje, pero en otra dirección, dejaba lo suyo para llegar a lo desconocido, es como si lo estuviera viendo su primera llegada a la casa de quien será su tutor Don Nicolás y su familia, atentos felices, comunicativas, mudos taciturnos, silenciosos, parcos, desatentos, su gran amigo Francisco de Miranda, si tenía a su lado sus secretos escritos que mantenía muy junto a él.

 

Un gran suspiro se ha escapado de su interior, su corazón ha iniciado un rápido caminar, sí, pero un rápido caminar hacia Richmond, allí aún debe estar, quizás recordándolo, su inolvidable Charlotte. No podrá negarlo jamás, su Charlotte, permanecerá siempre muy apegada a su memoria a su corazón, a lo que aprendió a conocer, a su amor juvenil.

 

Una gran, pero una gran ola, lo devuelve a su realidad, lo hace olvidar que su tutor, no lo protegió de sus usureros, quizás como cómplice, recordó a sus inolvidables amigos irlandeses, muy amigos de su padre, ¡de su padre!, de quien ordenó que lo lanzaran a la calle sin nada, sí, realmente sin nada, recordó cómo se remienda la ropa, como se mejora el calzado roto, estaba recordando… esta ola si, que fue enorme, me encontré frenado por la borda del buque y tomado por una mano fuerte de un marino para no caer al mar y, eso afortunadamente me alejó de los dolorosos pensamientos y recuerdo de mi tan cercano y tan lejano pasado.

 

Además vuelvo a la realidad, ante los ensordecedores gritos de toda la marinería, alegría, vivas, llantos de alegría, una calma tan esperada, tan necesaria, realmente tan necesaria, ha llegado a la cubierta del buque, esta reinando en todo el mar.

 

Este amainar del temporal, hace que el Capitán pueda ordenar que el buque sea conducido hacia un amparo.

Suena la botada de ancla, al tomar contacto con el mar, con el que hasta hace muy poco era un tempestuoso adversario y también suena el silencio de la tranquilidad, también suena con enorme fuerza, la necesidad de cambiar el empapado ropaje.

 

La experiencia del Capitán, la necesidad de lo vivido, el haberle ganado a la furia del mar, el haber demostrado la entereza y capacidad de sus marinos, permite que se haga entrega de una porción de ron.

 

Bernardo exige dos, no lo había bebido nunca, pero que cosa más exquisita, después del segundo trago es otro, quizás más desafiante, quizás como queriendo gritar al mar, vengan más temporales, vengan más vientos huracanados, vengan…vengan…

 

El Capitán ya al mando de un buque más tranquilo más obediente a sus mandatos, más obediente a sus maniobras, logra fondear al amparo de una especia de canal.

 

Que nueva y más que tranquilizadora tranquilidad, el buque no se movía, el buque era como de juguete sobre un pedestal, quieto, quizás también y, porque no, cansado sí, tremendamente cansado, agotado, fue el más maltratado, fue el más golpeado por las olas del mar, fue quien debió soportar todo aquello y, además a todos sus tripulantes, sus valientes tripulantes, sus vigorosos tripulantes, sus agradecidos tripulantes.

 

Que silencio más silencioso, no hay tiempo para ronquidos, hay que gozar esta tremenda tranquilidad, estamos caminando hacia un mar que se llama Pacífico, que gran gana de poder nuevamente navegar por sus maravillosas aguas, pacíficas, si muy  pacíficas, bueno así fue bautizado, por Don Hernando o Fernando de Magallanes.

 

Esta especial tranquilidad está permitiendo que Bernardo sueñe, sí sueñe tranquilo, sueñe reposado, esta segunda pasada por el Cabo de Hornos, fue mucho más penosa que la anterior, en su viaje hacia España, ahora sintió la muerte, ya conoce estos momentos, su cama-ataúd, lo quedó esperando y se fue, afortunadamente, nada más penoso que su caminar desde Gibraltar hasta Algeciras, otra sensación de muerte, su traslado desde Chillán hasta Talca, si bien es cierto él no lo experimentó, pero fue peligroso,  su despido de Richmond, su alejamiento de su Charlotte, eso sí que también lo fue de muerte, muerte a su felicidad, su pasar desde un colegio a otro, también lo fue mortal.

 

Por sus exigencias de linaje y pureza de sangre, en ese colegio de Lima y, que no podía esclarecer y, casi lo pasan a la santa inquisición, que su final era también casi, mortal, su viajar desde un país a otros, totalmente solitario, también para él lo era mortal, su esconder con tanta fuerza su nacimiento, también para él lo fue mortal por sus sufrimientos, esconder siempre quien fue su padre, que más mortal que aquello.

 

Otro sufrimiento mortal, esconder siempre su pasado, sin lugar a dudas, que para cualquier persona es un sufrimiento mortal, no podemos olvidar que todos estos sufrimientos, los estaba soportando en su niñez y, sin poder comprender y, sin tener a nadie a su lado para que se lo explicara.

 

Pero lo que no podrá olvidar, lo que siempre lo recordará, con alegría, satisfacción y, por su gran compromiso contraído, es y lo será siempre, su gran amistad, con su gran amigo Francisco de Miranda.

 

Esperaba con gran ansiedad, poder llegar cuanto antes, al lado de su madre, para poder dar lectura, con total tranquilidad, al documento entregado por su amigo Miranda, una y otra vez, hasta poder comprender su contenido total.

Afortunadamente todo esos malos momentos, todos esos sufrimiento, se alegra que ya estén formando parte del ayer, que jamás podrá llegar a repetirlos.

 

Una extraña sensación lo está invadiendo, al lado del cariño de su madre, está apareciendo un raro pero fuerte amor,  ese nuevo amor, es y lo será eternamente, el amor a su madre y amada patria.

 

El buque ha reiniciado su avanzar, el velamen está casi hinchado, por lo tanto se debería avanzar más rápido, pero ello no sucede, el Capitán y toda la tripulación, observa con atención, curiosidad y preocupación, de este muy especial para ellos, de este acontecer, la niebla reinante, está casi espesa y se está tornando cada vez espesa, lo que dificulta la observación.

 

El avanzar casi detenido y el viento lo mismo, pero algo raro acontece, dado que con el viento reinante, si bien es cierto su avanzar no puede ser rápido, por lo menos se debería avanzar, la visibilidad reinante es casi nula, la visibilidad entre un marinero y otros, es dificultosa, algo sucede.

 

Al mirar por la borda, hacia el mar, se observa un aspecto oscuro casi espeso y raro, se inicia un momento de intranquilidad, casi todos los tripulante, incluidos el Capitán y el propio Bernardo, guardan temblosos silencio, el poco andar, casi detenido, no es haber chocado con algún roquerido, habría sido captado por los experimentados navegantes, el temor, es mayor, que el cruce por el Cabo de Hornos, aquello se pudo vivir, estaba, esto de ahora, nadie lo podía ver y menos sentir, esto sí que podría ser el final del viaje y para ellos el final del mundo.

 

Todos están atentos, para reaccionar ante cualquier acontecer, ¿pero que podrá ser?, necesariamente tiene que ser de este mundo, es por ello que el Capitán en voz baja, ha dado alguna instrucciones especiales.

 

El barco tiene todas sus velas desplegadas, sin embargo su andar continua curiosamente muy lento y, un silencio estremecedor, nadie habla en voz alta, todo es un murmullo, todo es un miedo, un miedo a la nada.

 

Ya están casi sobre este raro algo, se empieza a sentir un ruido extraño, se observa como si se tratara de un gran manto negro de bestias marinas, desde luego que inexistentes, lenta, penosamente, el Aurora se adentra en esta rareza, ¡no puede ser!, no puede ser, están casi al interior de un dormitorio de ballenas.

 

A pesar de ya conocer, de que se trata todo este problema, no deja de inquietarlos, un solo coletazo de algunas de ellas, bastaría para poner en grave peligro al velero, por lo tanto, el Capitán ordena total y completo silencio.

 

Ahora sienten con toda claridad, su respirar, ahora pueden darse cuenta de su lanzar agua hacia el exterior, ahora a pesar de la espesa niebla, pueden observar que se trata de una cantidad enorme de estos maravillosos mamíferos.

Pero el peligro no ha pasado, no conocen su comportamiento en estos casos, el velero está interrumpiendo su  tranquilidad, esta interrumpiendo su estadía allí por ellas elegida, ¿cómo ira a ser su reacción?.

 

Que curiosidad más curiosa, una a una van como despertando y una a una van como jugando, van como realmente despertando y se van sumergiendo en las profundidades del mar, desde luego que van produciendo fuerte marejada alrededor del velero, bueno sin gran peligro, pero el peligro es que si alguna golpea con el velero, nadie pude calcular que pasaría. Ya casi todas se han ido y no ha pasado nada.

 

Ya pasado este curioso y poco conocido acontecimiento, el Capitán busca un lugar seguro para anclar, lo que consigue afortunadamente, para gran tranquilidad de toda la tripulación, desde luego que incluido Bernardo.

 

Este reposo, logrado gracias a la hábil maniobra del Capitán, se realiza bajo un cielo brillante de estrellas y un cielo totalmente despejado, dejando brillar la luz maravillosa de una luna, como para enamorados.

 

Al día siguiente se reanuda el viaje, a pesar de haber perdido varios días, por haber viajado por entre varias islas, pero esta vez, con las velas totalmente preñadas de viento, lo que hace que el navegar sea agradable y veloz.

Atrás han quedado el penoso pasar por el Cabio de Hornos y el dormitorio de las hermosas ballenas, adelante su tierra natal adelante su país, ese país que lo espera, pero el aún no lo sospecha.

 

Esta alegría de estar acercándose a su querida patria, no lo hacen poder olvidar sus penas, si, sus grandes penas, desea de todo corazón dejar todo atrás, pero la felicidad de este momento, lo hacen entrar en comparaciones, con el viaje anterior y su larga estadía en tierras extrañas. Afortunadamente, estos malos recuerdos, cada vez están permaneciendo, menor tiempo en su dolorosa mente. Pero todos ellos se hace imposible, dejarlos que se queden en el pasado, cada día que se acerca a Valparaíso, estos vuelven y vuelven a su mente, ¿Qué hacer para evitar su constante regreso de estos pensamientos?


Ubicado en el alcázar, coloca todo su esfuerzo, toda su voluntad, para pensar solamente en su llegada a Valparaíso, su viaje a Santiago, su viaje al lado de su familia, familia que el tantas veces se preguntó si existía, si existía su familia, si el tenia realmente una familia, si tenía derecho a tener una familia.

 

Será casualidad, será coincidencia, ¿será el destino?, ¿que podrá ser? Este buque se llamaba  Aurora, que bien podríamos interpretar como amanecer, nacimiento de algo, de algún acontecer, también podríamos decir, o que lo podríamos interpretar como principio o primer tiempo de una cosa, entre los romanos, era la diosa del amanecer, como resumen podríamos decir, que es el comienzo de algo.

Página N° 26

Preparación de un feliz retorno a su amada Patria

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