

No lo creerán, pero por favor, el Virrey del Perú, tenía en sus manos, un informe oficial, en la que se daba cuenta de la existencia de un grupo de jóvenes exaltados sudamericanos, orientados por un conocido caudillo venezolano, Francisco de Miranda y, no lo podía creer, lo volvía a leer y lo volvía a leer, allí en esa relación estaba un muchacho: Bernardo Riquelme, su hijo, sí su propio hijo.
En esta forma, lentamente pero tremendamente furioso, pálido a veces, lleno de amarguras, pensaba una y otra vez, ello no podía ser cierto, era un invento de sus envidiosos, que no aceptaban que un irlandés, pudiera ser tan respetado por la Corona Real y ahora inventaban esta irrealidad, no podía su hijo que solamente había recibido especial preocupación de su parte, estuviera comprometido con irresponsables, bajo la atenta mirada de ese tal Miranda, reconocido conspirador universal.
Continuaba leyendo la correspondencia, con el firme propósito de llegar a leer alguna información que afirmara lo contrario y que todo se debía a un mal entendido, que había un grave equívoco, uno de los informantes, había recogido mal una determinada información.
Lamentablemente ello no ocurrió, dado que hurgó en sus cajones especiales, buscando las cartas que anteriormente le había enviado Don Nicolás, donde le daba cuenta que su pupilo estaba entrando por caminos equivocados, despilfarrando los dineros enviados y manteniendo reuniones muy a escondidas, en las que participaban muchos muchachos especialmente sudamericanos.
Luego de tantas especiales preocupaciones, luego de tanta cantidad de dinero enviado, para poder sobrellevar una vida regularmente cómoda, como era posible que le respondiera de esta forma, no mil veces no, era inaceptable, era una deslealtad, era una traición observada desde la óptica de quien quisiera observarlo.
Bernardo, era, fue y así será hasta el final de sus días, el hijo que en alguna oportunidad existió, que alguna vez fue su mayor y mejor preocupación, el hijo que le traía tantos recuerdos de sus momentos de vida, junto a María Isabel, de quien siempre guardaba muy especiales recuerdos.
De inmediato dictó un documento para Don Nicolás, ordenándole que ese muchacho, que se hacía llamar Bernardo, fuera lanzado a la calle, sin nada, solamente con lo puesto, sin dinero, sin ayuda, sin darle explicaciones del porqué de esta determinación y, que le quedara la seguridad que no tenía padre y que no lo tendría jamás.
Felicidad, dolor, Don Nicolás en poder de esta carta, tomó la desafiante determinación de no dar cumplimiento a ella, no sería capaz de llevar a efecto tal atrocidad, Don Nicolás sabía muy claramente que Don Ambrosio, nunca había sido un padre, solamente un buen hombre que se dedicaba a enviar dinero para su subsistir, no, no daría cumplimiento a esta descabellada determinación, asumiendo su propia responsabilidad.
Todo lo anterior, desde luego sin conocimiento de Bernardo, que continuaba preocupado de lograr una nueva posibilidad de regresar a su país, para poder amar a su madre y poder, lo más importante, agradecer a su padre por la entrega de toda su ayuda y preocupación.
Perdónenme, pero una vez más, basta, si basta, Don Nicolás, por favor no le entregue esta noticia, no le dé a conocer el contenido de esa orden, mi joven héroe ya ha sufrido bastante, más de lo necesario, ¿pero porque debe soportar tanto sufrimiento? ¿Qué mal ha cometido?, ¿qué falta tan tremendamente grave ha cometido?.
Mis estimados lectores, yo estoy tremendamente equivocado, sí ha cometido muy graves errores: ha sido estafado por los tutores judíos, dejándolo en la calle, perdió el gran amor de su vida, su primer amor, ha debido dormir en la calle, ha debido remendar sus ropas y calzados, ha debido lavar sus ropas, las únicas que tenía puestas, ha sido tomado prisionero, ha sido abandonado en Gibraltar, debiendo caminar por más de dos días hasta el puerto más cercano, por no tener dinero, ha debido sufrir de sed y hambre por no tener dinero, ha sentido en carne propia, el total abandono de todos los suyos.
Sí, hay sobradas razones para considerar que Bernardo es un mal agradecido, un mal nacido, no porque eso sí que lo fue, ¿qué más podemos fisgar, para justificar que Bernardo se merece, todas estas penurias y muchas más?.
No podemos ir en contrario, a que la envidia, la asolapada conspiración, la infamia y tantas otras inmundicias, lamentablemente, existentes, han existido, existían en ese entonces y, están latentes hoy día, si lamentablemente.
Don Ambrosio siempre fue distinguido por la Corona Real, por sus grandes éxitos, por grandes aciertos, por su excelente participación en los conflictos de la Araucanía, no por nada, fue escalando peldaño a peldaño en la escala jerárquica, hasta llegar a ocupar el más alto cargo de Virrey del Perú, pero los que hacían alarde y gran ostentación de ser de total y definida sangre española, como ya lo he dicho anteriormente, no podían aceptar que un irlandés, gozara de tanta distinción y de especial categoría.
Una vez más, porque todas las anteriores han sido pocas, mi joven héroe, aparecerá como el responsable, el culpable, de la desgracia que le viene encima al Virrey del Perú, lo cierto y verdadero es que habrá una gran cantidad que sufrirán con esto y la otra, mucho más pequeña, lo celebrará con no disimulada alegría.
Se conoce de muy buena fuente, que viene en camino, una noticia que si será noticia, digamos mejor, noticia bomba, ya lo veremos se trata de una destitución, considera así por sus adversarios, pero la Corona Real, le tenía reservado una nueva y magnifica designación, la ocupación de un alto puesto en la Corte, que desde luego estará por sobre el puesto de Virrey, esta noticia también será noticia bomba para sus no seguidores, ellos lo quería realmente destituido y separado total y completamente de la Corona, lo que no sucederá.
Don Nicolás, al margen de no obedecer la orden de Don Ambrosio, no hizo experimentar ningún cambio favorable para con Bernardo, se mantenía lo que hay que reconocer, la ley del hielo y, la única esperanza que alimentaba la ilusión de Don Nicolás, era la pronta posibilidad que Bernardo, pudiera regresar a su país.
Hasta este momento Bernardo, había sido visitado solamente y en forma insistente, por el factor mala suerte y por, los momentos de tristeza, pero una sorpresa de amor, no desde luego que no era de su Charlotte, era de su querida y añorada madre María Isabel, alegría y tristeza, alegría y amargura, pero porque nunca tendría que recibir, solamente alegría-alegría.
Primero veamos la alegría, si alegría, porque era una carta de su madre, como sería esta adorada madre, sería como todas las madres que él, había tenido oportunidad de conocer, tiernas, alegres, llenas de ternura, llenas de amor, sus ojos se llenaran de lágrimas cuando ella se acuerda de su distante y abandonado hijo, como será mi querida y adorada madre, ¿cuándo podre saber qué significado tiene esa emoción?.
¿En esta vida hay algún ser superior, que se preocupe de solucionar las desgracias de los que tenemos que sufrir?, ¿se le podrá preguntar, porque algunos debemos sufrir y otros solamente están tocados por la felicidad?, ¿se podrá libremente conversar con esa alta personalidad o es que hay que esperar, que esa persona en forma personal sin que se le llame, conozca de aquello y disponga las vías de solución, eso tardará mucho?.
Ya tengo 22 años y desde mi nacimiento, estoy cargando con esto tan pesado que no me explico aún porque, no encuentro un momento de alivio de alegría de paz ¿existe la paz?¿existe la alegría?¿existe el llanto con risa?¿existe algún momento en la vida, en que se pueda hablar con la felicidad? y poder preguntarle, que se puede hacer para estar siempre junta a ella, para tenerla como amiga, como me gustaría ser su amigo, como me gustaría poder apretarla en un abrazo interminable, lleno de ternura, lleno de alegría, lleno de amor.
Mi madre, mi adorada madre, me habla de ese amor de madre y me pide que regrese a sus brazos, me pide que le permita hacerme entrega de ese amor, que nunca ha podido entregarme, me pide que la perdone por no haber podido ser realmente mi madre, me pide la perdone por no haber sabido luchar por mí, me pide la perdone por haber sido tan débil, me pide que cuando nos encontremos, le permita que me haga entrega de todo ese amor que mantiene guardado en su corazón y, me lo entregue en su totalidad.
Pero, si siempre habrá en mi vida un pero, que no deja entrar a la alegría en gloria y majestad a mi ser, me cuenta del fallecimiento de mi abuelo me cuenta de los sufrimientos de mi querido abuelo, por estar ambos tan lejos, me cuenta de sus sufrimientos por no haber podido tener la felicidad de jugar y regalonear a su nieto, por no haber podido conocer en integridad a su nieto.
Pero, si pero también me cuenta de sus penurias, de su pobreza, de su pobreza junto a mis medias hermanas, a quienes les cuenta de mi existencia, de mi físico, de mi pelo y, lamentablemente de nada más, es que no logró conocer nada más de su hijo, pero se lo imagina como buena madre y, de eso ella le cuenta a mis hermanas.
La muerte de mi abuelo Don Simón, les entregó dolor, lágrimas, tristeza y pobreza, mientras que mi padre, sentado en la abundancia, de la riqueza y de la comodidad.
Que me trajo esta carta de mi adorada madre: alegría-tristeza, no lo puedo describir, como no conozco la alegría, no la podré describir, como ya vivo en la tristeza desde ya hace tanto tiempo, parece que era solamente tristeza.
En la mente de Bernardo, bullía con tremenda fuerza y, en forma permanente, la idea de su regreso a su patria y cuando miraba su ropa y su calzado bueno de lo que quedaba de aquello, que en tiempo fue presentable, no olvidemos, que cuando fue desembarcado en Gibraltar, todas sus pertenencias fueron presa de la marinería inglesa, esa ropa tenía que vestirla diariamente y lavarla periódicamente, no había ropa de recambio, siempre era la misma, para los días normales y para los días de fiesta.
El tiempo pasaba y Bernardo crecía, Bernardo crecía y su mente también, también crecía su angustia por regresar a su país, el no tener que hacer nada, el no poder hacer nada, dada su muy pobre presentación, produjo un momento de compasión en el corazón de Don Nicolás, quien decidió hacer algunas compras, de sus mínimas necesidades en ropa y de lo que quedaba de su calzado.
Recordemos que antes de su intento de regreso a su país, había dejado al cuidado de Don Nicolás una pianola que había comprado en Inglaterra, le nació la idea de solicitar a Don Nicolás la autorización para proceder a la venta de ello y, en esta forma dar inicio a lo que necesitaba para su regreso.
Afortunadamente Don Nicolás, con la idea que este regreso se realizara cuanto antes, accedió a esta solicitud, con la exigencia que fuera testigo presencial de esta venta y la entrega de ese dinero a Bernardo.
Más tarde que temprano, Bernardo llegaría a comprender la preocupación de Don Nicolás, por ser testigo en la entrega del dinero de esa venta.
Desde luego que no paso mucho tiempo, para que Don Nicolás llamara a Bernardo a su escritorio y le hiciera ver que su presencia en esa casa, significaba la necesidad de realizar algunos gastos y, aquellos desde algún prolongado tiempo tenían su costo y elevado costo.
Qué alegría cuando pudo vender su pianola, pero cuanto duró aquello, lo que nunca había durado, nada; esta ingratitud de no poder conocer que es la alegría o quizás la felicidad, lo perseguiría hasta muy mayor.
El total de la venta, que muy bien conocía Don Nicolás, le fue entregada en su totalidad, en que momento Bernardo iba a conocer vivir en tranquilidad, con alegría, con felicidad, no será mucho que esos momentos no le sean consecuentes a Bernardo, una vez más, hasta cuando, sí hasta cuándo.
Bernardo, con la total entrega de ese dinero nostálgico, volvió nuevamente a cero, volvió a su ya acostumbrada pobreza, regreso a su patria, regreso para recibir ese amor de madre, recientemente confesado.
Bernardo no sabía darse cuenta, de que sentimiento estaba reinando en el interior de su alma……..
No había posibilidad de negarlo, Don Nicolás, sentía el peso de la responsabilidad, él había conocido de la carta de los usureros, el conocía de los dineros últimos, enviados por Don Ambrosio y que solucionaban todos los problemas de Bernardo, recordaba, muy claramente que esos dineros se los había enviado a estos usureros administradores y por los antecedentes recogidos, también sabía que estos dineros no le habían sido entregados a Bernardo, permitiendo que este sufriera el total de su pobreza y alejamiento de Richmond, el alejamiento de su adorada Charlotte.
Don Nicolás, se sentía responsable de todo aquello y, lo ocultaba a Bernardo, presintiendo su airada reacción, que ya la conocía en forma muy cierta.