

AMO MI LIBERTAD, MÁS QUE A MI PROPIA VIDA
Muy estimados lectores, son nuestro pueblo, nuestro origen, son nuestras raíces, querámoslo o no, algún ADN debe estar habitando en nuestro torrente sanguíneo, con toda seguridad, modificado, o quizás no.
No podemos darnos la libertad, de quitar su presencia de nuestra historia, no podemos quitar su gallardía de nuestra valentía, demostrada en tanto hechos pasados, pertenecemos a una organización, siempre vencedora y jamás vencida, como lo fueron ellos, no podemos aislar la bizarría del gran Caupolicán, la astucia y gran inteligencia de Lautaro, por nombrar solamente a algunos.
Es por ello estimados lectores, que deseo colocarlos en el marco que merece nuestro Prócer, que tan bien los conoció y, habló con ellos de igual a igual-en su propia lengua-es más, conoció el sabor lácteo de los pechos de su mama mapuche, que lo amamantaron.
Para este novel historiador, no constituye una especial deferencia, claro que no, constituye un deber, dedicarles algunas más que merecidas, palabra de reconocimiento.
AMO MI LIBERTAD, MÁS QUE A MI PROPIA VIDA
Con este magnífico lema, me estoy refiriendo a nuestro pueblo indígena, los naturales, un pueblo sin armas, sin academias, sin corazas, sin nada de nada, pero poseedores de algo que no acompañaba a los conquistadores, el inmenso amor a su tan lata y acostumbrada libertad, de todas maneras su lema tendría que haber sido: preferible la muerte, antes que ser dominado o esclavizado.
Se trata de un pueblo, que ha marcado un hito mundial, ya que sin nada, impidió a un más que experimentado ejército, traspasar una línea como frontera, por ellos fijada y, que por largos y prolongados años fue respetada u obedecida.
Pueblo que ha sido reconocido, como formado por habitantes indómitos, que obedecían, solamente a los mandatos de la sabia naturaleza.
No tengo la menor duda y, de ello estoy casi seguro, que mis estimados lectores conocen, o en algún momento de su existencia, han tenido la especial oportunidad de hollar por los senderos de la historia, con el objeto de conocer, de esta indómita raza nuestra.
Es por ello que no les resultará difícil, poder comprenderme, que me resultará imposible, o muy complicado, hacer una narrativa de todo su existir, curiosamente ellos ya estaban aquí y, siguen estándolo hasta hoy día.
Por lo tanto, narraré episodios de su existencia, de su actuar, de su combatir, de su destruir, de su capturar mujeres de los blancos y dar muerte, sin cuartel, a los invasores españoles, en forma aleatoria.
Los grandes conductores araucanos, lograron hábilmente hacer un trueque entre sus habilidades bélicas, cambiando el no realizar combate a campo abierto en reemplazo de la sorpresa, eficaz uso de los bosques y usar la protección, que les prestaban los accidentes del terreno.
No todos los poblados mapuches, tenían en sus ADN el virus de la guerra, había algunos que amaban la paz, la maravillosa tranquilidad.
Ellos no daban crédito a la paz que pregonaban los blancos, mediante el uso de las armas, o la toma de prisioneros que eran convertidos en esclavos.
Los araucanos hicieron historia con sus alzamientos, o con sus ataques a objetivos limitados, solamente por señalar alguno de ellos, me referiré al inexperimentado Capitán General Don Martín García Oñez de Loyola, que sin esperar refuerzos y confiado en el poderío de las armas, acampó en un sector despejado de Curalaba, permitiendo que se soltara el ganado, en las maravillosas praderas, preñadas de pastizales, para que el ganado descansara y se alimentara y, lo que es peor, no establecer un servicio de centinelas, todo esto explica además, la poca o nada experiencia del Capitán General, o su exagerada seguridad, por la superioridad de sus armas mortíferas.
Sucedió lo que tenía que suceder, al alba el Cacique Pelantaru atacó al campamento español, con todos sus guerreros, altamente entrenados y, luego de una lucha sin cuartel, donde se enfrentaron las armas, contra los pechos al descubierto, cayó derrotando a las tropas españolas, las cuales a pesar de estar ya sin vidas, sus cuerpos fueron perforados por lanzazos, de los enfurecidos araucanos.
La causa real y aparente de estas inconsecuencias, fueron por una parte el Decreto dictado por Felipe III., en el que se indicaba muy claramente, que los indios hechos prisioneros, debían pasar a la categoría de esclavos y, la otra parte de esta indignación indígena, era el exagerado mal trato, dado por los españoles, a los indios esclavos.
En definitiva, el Dictamen de Felipe III., no tenía otra justificación que dar tranquilidad a la marcada exageración de los encomenderos. Sin embargo este Decreto produjo más sinsabores que beneficios, dado que los indios ultrajados y severamente castigados, en forma inhumana, casi la mayor de las veces, prefirió morir, antes que ser sometido a la humillante condición de esclavo.
Tal como ya lo he dicho, solamente narraré, algunas de las más importantes y, destructoras acciones de estos pueblos de naturales, de estos salvajes, que afortunadamente no eran caníbales, pero sus vencidos eran, una y otra vez, atravesados por sus mortíferas lanzas o machetes.
Tomaré como una de ellas, la acontecida allá por el período del Capitán Don Pedro de Valdivia, que fue uno de los más terribles accionar de los naturales, tanto es así, que las pocas fortificaciones creadas, solamente por nombrar algunas, como Valdivia, Osorno, después de este ataque, no quedó piedra sobre piedra, españoles y niños, pasados a cuchillos y las mujeres que no fueron asesinadas, fueron raptadas y llevadas a sus reductos.
Corrían los alrededores del año 1655 y, bajo el mandato del Gobernador Don Antonio Acuña y Cabrera, aparece un nuevo hecho, error a todas luces, indígena que no obedecía el sometimiento a la extraña exigencia de obedecer a un ser superior e inexistente para ellos, era ejecutado de inmediato. Este insólito procedimiento, de forzar obediencia a un ser superior, con la consecuencia de que quien no la obedecía era ajusticiado de inmediato, dio crédito al pueblo indígena para nuevamente, pasar a cuchillo a todos los españoles y niños y llevándose al ganado y a las mujeres y todas las construcciones e instalaciones destruidas por el fuego.
Entre todo este mar de muerte y destrucción, aparece la figura del mestizo Alejo, este personaje servía en las filas del ejército español y, cuando éste solicitó ser considerado con el grado de oficial, esta petición le fue negada dada su condición de mestizo. Este hecho lo motivó a desertar y enrolarse en las filas de sus medios hermanos.
El mestizo Alejo logró grandes éxitos al frente de los ejércitos araucanos y, dada su experiencia lograda en el ejército, por este hecho también logró grandes envidias y enemigos, dado que no era realmente uno igual a los suyos, era un mestizo.
Este personaje, realmente no tuvo acogida en los españoles y menos en los indígenas y, narra la historia, que fue asesinado, mientras dormía, por dos de sus mujeres más cercanas. Alejo tuvo un hermosos pasar y un triste final.
Curiosamente siempre existió un período de paz, pero transitoria y, no porque fuera motivada por los españoles, sino que, porque no aparecía un conductor entre los naturales, que les permitiera seguridad entre sus incursiones.
LA LIBERTAD VALE MUCHO MÁS QUE LA VIDA
NUESTRAS RAICES





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