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Primer viaje involuntario

Don Ambrosio, cuando Bernardo recién cumplía los cuatro años, toma la determinación que sea llevado a la ciudad de Talca, por su secretario personal, Teniente Domingo Tirapegui, y dos suboficiales de su entera confianza, Sargento 2° Joaquín Pereira y el Cabo 1° Daniel Baltazar, para evitar  comentarios, que muy delicadamente se empezaban a tejer y, además, con el objeto  que fuera bautizado.

 

Mi héroe niño, debería ser llevado a la ciudad de Talca, al fundo de su muy amigo Don Juan Albano y Pereira, a quien le debe hacer entregada de una carta, que contiene detalladas instrucciones al respecto.

Cuatro años de vida, con la familia Olate, cuatro años de cuidadosa preocupación de su mama mapuche, Sayen,  cuatro años recibiendo cariño e instrucciones en lenguaje mapuche, el que logra dominar a su corta edad, cuatro años, jugando  a diario con su hermano de leche Alongkewün y hablando un mismo idioma, mapuche. Cuatro años recibiendo solamente cariño, ternura y muy especial preocupación, de Doña Juana y de su preocupada mama.

 

Era un hermoso atardecer, Doña Juanita Olate y su adora mama se dedicaron con gran cariño, a preparar comida para el primer tramo del viaje y también comida para preparar en las otras jornadas.

 

Bernardo fue arropado muy cuidadosamente, para poder soportar esta larga y penosa travesía. El Teniente Tirapegui y los dos Suboficiales, de la entera confianza de Don Ambrosio, tenían en sus manos, la responsabilidad de la vida del hijo del Gobernador y lo que es mucho más importante, nadie podía enterarse de la presencia ni mucho menos, de la  identidad de este niño.

 

Según lo recopilado de los escritos, el penoso trayecto desde Chillán hasta Talca, se debía realizar  en horario nocturno y por lugares totalmente accidentados. No había caminos, no había iluminación, no había lugares donde cobijarse, en caso de necesidad, no había nada de nada, hubo que dormir al aire libre.

 

La pequeña caravana del Teniente Tirapegui y los dos Suboficiales, debían realizar esta no conocida travesía, de aproximadamente 158 kilómetros, en línea recta, entre Chillán y Talca.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde luego que nadie, se imaginaba, que en estos momentos estaba en juego la vida, el futuro, la felicidad de una nación, la independencia de un país, la figura de nuestro prócer

 

Aun cuando Bernardo recibió, obviamente, los mejores cuidados y las más delicadas atenciones, este viaje, para él, constituía sin saberlo,  el inicio de los tantos y tan penosos, de los que lamentablemente le esperaban, en su destino.

 

Bernardo sin saberlo, así en esta ignorada pero sacrificada travesía, estaba dando  inicio a su penoso hollar por los sendero de la historia de su patria.

 

El Teniente Tirapegui, al igual que sus subalternos, eran muy buenos jinetes, de vasta experiencia en largas caminatas y contaban con las mejores cabalgaduras seleccionadas para este efecto.

 

No obstante, a pesar de todos estos preparativos, ninguno de los militares, conocía, ni mucho menos sospechaba, de las dificultades de la ruta, obligada, por realizar y, mucho menos, no tenían ninguna experiencia, en la conducción de tan importante como delicada carga humana.

 

De partida, este viaje no resultaría ni agradable y mucho menos cómodo, especialmente para el Teniente Tirapegui, quien debía soportar en brazos a este niño, que no era cualquier niño, era nada menos que el hijo de la más alta autoridad del país.

 

Además de todo lo anterior, había que agregar, los innumerables inconvenientes del terreno, dado que esta travesía debía  llevarse a efecto, con el mayor ocultamiento posible y por aquellos lugares menos frecuentados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera noche de alojamiento a la intemperie, la primera no acostumbrada oportunidad del Teniente Tirapegui, desde luego que no existían las carpas adecuadas y mucho menos, además, había que establecer turnos de vigilancia, para que Bernardito pudiera dormir tranquilo y, fuera de cualquier presencia extraña, humana o animal.

 

Tirapegui, hombre de mucha experiencia, en la vida a todo campo, a veces cubiertos solamente con la luz de las estrellas, que nada tenían que ver con este caso, es más,  esta travesía se estaba realizando en pleno invierno, Bernardo no podía enfermarse, Bernardo debía hacer este viaje tranquilo, Bernardo sin lugar a dudas, en alguna oportunidad contaría los detalles de este viaje, para él, tan especial y lleno de aventuras, a pesar de su corta edad. 

 

Afortunadamente los dos suboficiales tenían alguna experiencia en el cocinar y, Bernardo fue sometido a esta cualidad y calidad de los cocineros de emergencia, ello no fue muy difícil, ya que Doña Juanita y la mama de Bernardo, se habían preocupado de prepararles los elementos para cocinar, en tal forma que todo aquello les resultara sin inconvenientes.

 

Tirapegui y sus dos ayudantes, hasta este momento se sentían felices y muy tranquilos, dado que el cumplimiento de su misión, se estaba desarrollando sin mayores o mejor, sin ningún inconveniente.

Bernardo bien alimentado, muy bien arropado, tremendamente muy bien protegido, era un viajero feliz, todo lo que estaba ocurriendo, era novedad, era una real aventura, lo que no se podía explicar,  porqué  se realizaba todo esto. ¿Por qué no estaban con ellos Doña Juanita, por qué no estaba con él, su querida mama, por qué cocinaban esto militares, porque tenía que dormir en el suelo, porque tenía que viajar sobre un caballo y en brazos de un jinete, cuando los viajes que realizaba en carreta eran tan distintos, mucho más cómodos?.

 

Estimados lectores, en mis tiempos, cuantas veces me tocó realizar desplazamientos parecidos a caballo, en períodos de maniobras, sin una encomienda de tanto cuidado y responsabilidad, por senderos no tan difíciles, pero sí complicados y, al término de mis cortos recorridos, al final, terminar totalmente cansado y adolorido, con hambre y con sed.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como nada es eterno, luego de varias y  poco cómodas y agradables jornadas, en que debían repetirse todos aquellos inconveniente de dormir, vigilancia, cocinar, llegaron a su lugar de arribo.

 

Ya en las instalaciones de la hacienda de Don Juan Albano y Pereira y, de su cónyuge Doña Bartolina de la Cruz y Bahamonde, quienes estaban avisados de recibir este favor tan especial, de su incondicional amigo Don Ambrosio, recibieron a la muy agitada comitiva, con gran alegría y entrega de apetitosos manjares, como así, de agradables bebidas, que poco duraron en la mesa.

 

Tirapegui, ya más tranquilo, sin hambre y sin sed, pudo recordar que traía una carta para la familia, la que fue entregada. Más tarde y, con mayor tranquilidad, la carta fue leída por Don Juan y tomada en consideración, todas las solicitudes allí  indicadas. Luego de hacer entrega de una carta para su amigo Don Ambrosio, hubo inmediata dedicación para este nuevo integrante de la familia Albano.

 

Habría que cumplir la primera petición del padre, cual era que Bernardo fuera bautizado, dejando establecido que él era su padre y la madre, una respetable señora de la sociedad, sin dar nombre.


Bernardo fue bautizado y en el registro quedó establecido que su nombre era, Bernardo Higgins, hijo de Ambrosio Higgins, Capitán General del Reino de Chile, lo que para ese entonces, significaba ser reconocido oficialmente como hijo suyo. Desde luego que esta Acta Bautismal, ya dada a conocer precedentemente, en este intento narrativo histórico, no podía ser divulgada y debía ser guardada bajo el más absoluto secreto. Sí quedó establecido, que sus padrinos fueron Don Juan Albano y Pereira y Doña Bartolina de la Cruz y Bahamonde, como allí queda establecido.

 

Los únicos asistentes al bautizo, fueron la familia Albano y sus más cercanos, dado el secreto que ello debía revestir.

 

El hijo de la más alta autoridad del país, al igual que su nacimiento, no podía ser celebrado con la alegría tradicional que ello significaba. Este triste, no acostumbrado e inconsecuente acontecer, forma parte de lo que será en adelante, parte de la vida de mi personaje héroe, desde su nacimiento.

 

El tiempo, diría yo, no corre sino que vuela y, es entonces que transcurren algunos años, durante los cuales Bernardo, mi héroe niño, junto con Casimiro, hijo de los Albano, han recorrido la hacienda de lado a lado, a pie, en carreta o a caballo,  incluso han incursionado por lugares aledaños, han aprendido y practicado la pesca en los ríos, incluso han nadado en sus agradables aguas, han aprendido a conocer y respetar, los nidos de los pajaritos, han vivido la naturaleza como nadie y, a entera voluntad. Jamás desaparecerá de su memoria, este maravilloso acontecer.

 

Bernardo no podrá olvidar en el transcurso de su vida, los momentos tan felices  compartidos en este lugar, con su amigo Casimiro, cinco años juntos, compartiendo tanta juventud, tanta alegría, tanta libertad gozando de la naturaleza, que los hace sentir como verdaderos hermanos, hay amistad, hay lealtad, hay compañerismo, hay gran y sana vivencia en un mismo hogar, lugar donde hay una madre y un padre, que demuestran y hacen entrega de amor, un hogar de felicidad, ¿Por qué no puede tener lo mismo?

¿Por qué nadie le ha podido narrar, el que tenga que ser diferente al resto de los niños?, como no conoce lo que es envidia, no puede envidiar, el estilo de vida de su amigo-hermano Casimiro, sanamente solo se puede hacer sus preguntas incontestadas, que por el momento no le producen dolor, sino que inquietud, de aparecer como distinto.

 

Bernardo, ya estaba acostumbrado a conocer, a sentir, a gozar, al estar inserto dentro de una familia, donde había un padre que era respetado y amado por su hijo y, desde luego también por él, ya que era considerado y se sentía como un hijo más. La presencia de una madre atenta, llena de ternura y muy preocupada por su hijo y, por él también, dado que Doña Bartolina, le entregaba igual amor y ternura.

Bernardo entre tantos cuidados, ya sabía leer y escribir y, desde luego que a pesar de todo este amor, que lo sentía muy de verdad, le resultaba imposible borrara de su mente, el recuerdo de su protectora Doña Juanita, de su amigo, también casi hermano Juan Antonio Olate, hijo de Doña Juanita, de su mama Sayen y, de su hermano de leche, hijo de su mama araucana Alongkewün.

 

Bernardo ya a sus 10 años, podía muy claramente darse cuenta, que si bien es cierto, recibía un amor verdadero, de padres y hermano, en una familia que les era fácil vivir todos reunidos, ¿por qué él vivía distinto, por qué vivía con otras familias y no con la suya, tenía realmente padre, tenía realmente madre, por qué no podía recibir cariño de ellos, quienes eran, donde estaban, quien realmente soy yo?.

 

Nuevamente Don Ambrosio, es informado que en Talca, a pesar del mantenimiento del secreto de la presencia de su hijo, ya aparecían algunas interrogantes, sobre quien era este niño, ahijado de los Albano, de ojos azules y de cabello tan distinto y, para evitar que esto fuera al final esclarecido, decide hacer regresar a Bernardo a Chillán.

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