

De Gibraltar hasta Algeciras
El puerto más cercano a Gibraltar, era Algeciras, distante a buen caminar de dos a tres días de marcha, muy bien acompasadas, pero también muy bien alimentado y bebido, lo cual ya estaba resultando difícil, por no decir imposible, el trayecto más corto, pero más complicado era por la orillas de la costa, según los gibralteños, sin posibilidad de caseríos ni hospederías, donde poder cobijarse. Y, aun así ¿con que lo pagaría?
Libre al fin, ¡pero de que liberad estamos hablando!, sin más ropa que la puesta, sin dinero, totalmente solitario y en un lugar no conocido, con calor insoportable en el día y con un frio inaguantable en las noches, pero libre; libre de que, si estaba casi muerto de hambre, de sed de calor y de frio y totalmente solitario.
Pobre Bernardo, ya estaba por terminar el día, ya había soportado un calor insoportable, le espera lo inesperado, la noche, ¿Cómo sería?, ¿sería soportable, sería agradable? Y, llegó la noche, insoportable, el frio del mar se hacía presente con marcada fuerza y penetraba hasta lo más profundo de los huesos, su ropaje, las estrellas, su calefacción la helada briza del mar, no había otra solución, vivir o morir.
Llegó un nuevo día, llegó un momento para desayunar sin desayuno, siguió caminando y, llegó el momento de almorzar, sin almuerzo, siguió caminando, ¿caminando?, siguió ca-mi-nan-do y, llegó la hora de la merienda, sin nada para comer, pero afortunadamente llegaría el anochecer, oportunidad en la que al dormir plácidamente, ¿perdón, plácidamente? Me haría olvidar, sí me haría olvidar ¿me haría olvidar que?
Ya mi cuerpo y mi mente, no me dejan recordar, ni mucho menos olvidar, nada de nada, no quiero decirlo, pero prefiero morir, no, no prefiero morir, no debo morir, debo vivir, para poder contarle a mi padre y a mi madre, de estas penurias y de como pude salir airoso de todas esas atrocidades, gracias al amor que experimento por ellos.
Qué curioso, están en mi mente dos tipos de amores, que antes no conocía, el amor hacia mis padres, perdón, ¿hacia mi padre y hacia mi madre?, sí ese es como un amor sin saberlo, existe, pero no está, que raro es todo esto, pero el otro amor, el de Charlotte, puro, diáfano, tierno, estremecedor, hace que mi corazón cambie de ritmo, es más acelerado, es más potente, hace sufrir.
Ha llegado otro día, ¿en este día llegaré?, ¿al término de este día podré gritar de alegría sí llegué?, sí llegué, ¡no he muerto!.
Mi destino me ha preparado el mismo desayuno que el de ayer, mi destino me está haciendo caminar, por un camino que no he caminado, lo que significa que estoy avanzando, ¿será cierto?, ha llegado la hora de almorzar, aun cuando es el mismo menú que el de ayer, ahora lo encuentro más sabroso. No, no descansaré para reposar mi exquisita merienda, ella me ha dado la fortaleza que necesitaba, me ha entregado el vigor que necesitaba, me ha entregado la alegría que tanto esperaba, me ha entre….
No puede ser cierto, pasé una noche sin darme cuenta, cuan alegre debo estar, para que aquello ocurra, fue un dormir maravilloso, dado que mi mama Sayen, vino a entregarme esas caricias que tenía la costumbre de hacer, cuando me encontraba en mi acogedora cama, el tierno buenas noches de mi madrina, el que duermas bien hijo mío, de mi padrino.
Le esperaba un muy penoso caminar, ¿caminar? o ¡reptar! claro que sí, entre caminar y arrastrarse, pero no importa, pasado ese tercer día, pasada esa noche y ya sin aliento, ya sin vida, ya sin deseo de nada, solamente de poder llegar a mi país, ¿será ello posible? O aquí moriré, sin que nadie lo sepa, sin que nadie lo sospeche siquiera de estos mis sufrimientos.
Después de esta maravillo noche, he despertado con fuerzas insospechadas, con ánimo fortalecido, con ánimo indescriptible, estoy seguro que podré soportar dos noches más, sin demostrar cansancio, sin tener hambre, sin tener sed, sin tener angustias, sin sentir penas, sin tener deseos de llorar, sí, sin tener deseos de llor…..no puede ser, nuevamente lágrimas en mis ojos, ¿pero porque?
Bernardo ya ha caminado nuevamente bastante, cuando de pronto, no puede ser, es solamente un espejismo, eso que se sufre en los desiertos, en que la desesperación hace aparecer lo que necesitamos, lo que nos hace tanta falta, lo que nos dará vida, ¿será cierto?, parece que estoy viendo una ciudad, sí, pero una ciudad distinta, ¿es la ciudad a la cual quiero llegar?, ¡Algeciras!, sí Algeciras, llegaré a ella, aunque sea solamente para morir allí.
Debo llegar, sí debo llegar, mama Sayen, dame fuerzas, ayúdame, amamántame mi fortaleza, tu que me enseñaste tantas cosas para tener valor, tantas cosas para llegar a ser un Cacique, ayúdame a llegar, te amo mama Sayen.
Afortunadamente para nosotros, le aparecieron fuerzas de algún lugar de su espíritu, de ese algo, que nos será demostrado más tarde, en los campos de batalla, donde las declaradas derrotas, las transformaba en celebradas victorias.
Lo que le habló tanto su mama, para llegar a ser Cacique, para llegar a ser como Lautaro.
Ya instalado en Algeciras, sí en Algeciras, se podría decir a un solo paso de Cádiz, luego de sus sufrimientos, esta nueva distancia, realmente era lo que se dice, a sólo un paso.
Nuestro joven, nuestro muchacho Bernardo, no se sabe cómo, si, se sabe, si lo sabemos su mama, su madrina, Lautaro, llegó casi arrastrado pero lo logró.
Se ofreció para trabajar a cambio solamente de comida y de bebida lo que logró y luego de un pequeño descanso, ¿descanso?, después de una pequeña recuperación, dio inicio a su preocupación.
Ubicó cual sería el barco que zarparía a Cádiz y logró trabar amistad con el Capitán, contándole sus recientes aventuras en el mar y, como se pudo salir victorioso de ellas y sus penurias desde Gibraltar hasta este puerto.
El Capitán ya en conocimiento de todos los problemas de Bernardo, le ofreció viaje gratis, comida, muy buen alojamiento y, es más en sus baúles, encontró ropas que le fueron ofrecidas y que calzaban muy bien con su porte, si bien no eran elegantes, pero eran necesarias para recambio y poder lavar las otras.
Triste y dificultoso regreso a Gibraltar
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