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N° 10

POESIA COMBATE DE SANGRAR

Donde es lo mismo distancia que camino

Y los esparcidos senderos se pierden;

El viento es zumbador y es ladino

Y los matices son pétreos y soberbios.

Donde confidencia el desfiladero

Y el agua es diáfana y helada;

El adusto paisaje es plañidero

Y el paso del tiempo se ha quedado.

 

Hacia Huanlay y Canta en ese día

Y en vanguardia cubriendo el paso;

Araneda del Buin y su compañía,

Ocupaban la cañada y su espacio.

En el “Valle de las Cumbres” el camino

Y las “Casas de Sangrar”, una hacienda;

Su capilla, dos corrales, un molino

Y oscuros montes de vetustas piedras.

 

Ochenta y tres hijos predilectos,

Escogidos como hermosas sinfonías,

Para Chile los grandes y perfectos

Y oteando el horizonte en serranías.

Y son tres mil los montoneros de Vento,

Con redobles de tambores y caracolas

Qué aires endurecen en su apresto,

En el ritual guerrero de esas horas.

 

26 de Junio de 1881 y con galgas

Y desde alturas piedras se siembran

Y con fogonazos de las descargas,

Los montoneros la tarde quiebran.

Desde guturales gritos con que asonan:

Las irregulares huestes en acción

Con arenas negras se desmoronan,

Desde tres direcciones de aproximación.

 

Cuenta las pircas y las altas cumbres

De valor místico de “Buines” bravos;

De los asaltos de fuego y lumbres

Y de los rechazos de los soldados.

En la capilla y por la hacienda,

Se tiñe el cielo de sangre y saña

Y entre fulgores de los incendios,

El sol se esconde y el día acaba.

 

Y los heroicos raleando filas,

Van resistiendo en el escenario

Y entre estampidas que la iluminan,

Pinta la noche tétrico cuadro.

La valentía encuentra el templo,

En aquellos pechos y augustas almas;

De los espíritus con fuego dentro,

Que los espacios cruciales rasgan.

 

Sobreviven siete, que por su Chile,

Son semidioses para los tiempos.

Son legendarios, son imbatibles

Y por siempre eternos, en sus alientos.

Dos de la madrugada y van trece horas,

De este combate de luz y sombras

Y montoneros al chocar con rocas

Ya se retiran llenos de asombros.

 

Y el campo queda para chilenos,

Aquellos siete de fama y nombres,

Y la noche ofrenda con sus estrellas,

Diestro homenaje para los hombres.

Y en las alturas de serranías,

Se escribe el canto del recio “Buin”

Y leyendas dejan para los días,

Claros arpegios de su clarín.

 

Y Araneda y su compañía entregan

Sangrar, combate de la montaña,

Y sus inmortales huellas elevan

Caros recuerdos de sus hazañas.

En el “Valle de la Cumbre” y su faz,

El sublime esplendor de la batalla,

Y para el Ejército de Chile triunfal:

El ara, el relicario y la llama.

 

 

Autor

 

Nelson Ubilla Toledo

         Coronel

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Fin de la página

 

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